El otro día estaba en... ¿X? Y me encontré con una cuenta irónica. Tal cuenta es Parodia Agenda 2023, cuyo banner dice: «no tendrás nada y serás feliz». Que creo que es de lo que se trata el budismo también — risas. Me he reído viéndolo, porque sí que es muy Black Mirror. Pero ahora me dan ganas de llorar. Si lo pensamos fríamente, en este vídeo, ¿qué estamos criticando exactamente? Proveeré de una transcripción a medida que avanzamos por el post...
Los comentarios aseguraban que se trata de «la muerte de la libertad». ¿Pero acaso no es el beneficio de todos que las personas dejen de volar a Cancún para hacer exactamente lo mismo que ya hacen en su país de origen? Comer, dormir, cagar... y lo demás. Cosas que son perfectamente posibles, con pocas excepciones, en el lugar de tu nacimiento. Los mayores placeres de la vida no son un paisaje, son los bienes básicos, apenas apreciables... ¿hasta que los haces a quilómetros de distancia de tu hogar?
Soy apolítico porque no creo en la regulación perfecta del mercado o de la vida de los ciudadanos. No creo que eso traiga ninguna felicidad. Por supuesto, la falta de ésta [regulación] tampoco. Cabe recordarlo porque hoy no voy a hablar de cómo debería manejarse el mundo [de que reglas deben aplicarse para qué motivo], sino de algo bien distinto y mucho más importante: de cómo las personas se burlan de medidas con efectos positivos reales y hacen apología de la libertad siendo su concepto de ésta el albedrío inconsciente y el abuso innecesario de recursos.
Las personas se burlan de medidas que en realidad buscan su beneficio colectivo, porque entienden la libertad como licencia, no como responsabilidad.
Iremos situación por situación para llegar al fondo de lo que realmente significa este rechazo por las medidas «seguras y eficientes»: reitero en que este texto no defiende un sistema de vigilancia total, sino una actitud madura y objetiva [en observación de causa-efecto] ante la regulación.
Ejes:
- Reflexión sobre el lujo personal y el costo común.
- Regulación como derecho, no como restricción.
- La paradoja del bienestar: lo que nos protege también nos incomoda.
- La falta de reflexión tras la burla hacia las políticas de control y orden.
Situación 1.
Policía: ¿Puedo ver su identificación digital, por favor?
Anciana: No la tengo, no tengo un teléfono inteligente.
— El bus marcha.
En esta situación rápidamente escucharemos el «¡hoy en día todo se hace con el maldito teléfono!». ¿Pero por qué no hablamos de lo que significa realmente evitar centralizar todos nuestros documentos?
En caso de que los mantuviéramos estrictamente en material físico, separadas todas las tarjetas, tendríamos la información igualmente vulnerable; pero además se añade el gasto de material asociado. ¿Por qué tendríamos que cargar con trozos de plástico —puesto que es la mejor opción— varios y, además, renovarlos, si ya tenemos el teléfono móvil? Desde Google Wallet, no creo que la gente haya sido tan feliz. La gente habla de como esto es para facilitar el quedarse nuestro dinero, pero realmente, si la gente no lo viera más cómodo no lo usaría. A día de hoy, tanto la tarjeta física como la digital están en vigor y, sin embargo, no conozco a nadie que sepa usar ambas que no prefiera la digital. Tampoco creo que nadie la haya perdido, a diferencia de la cantidad de personas que se han dejado la tarjeta de débito enganchada tras algún pago.
En caso de que mantuviéramos ambas opciones, tenemos el mismo conflicto de malgaste de recursos... y además de forma innecesaria, porque identificación es identificación y da igual de qué manera la cargues: las personas tenderán a aquello menos engorroso y práctico.
En caso de que la hiciéramos solamente digital, el único contratiempo sería no tener a mano ese objeto central.
En la situación del bus, imagino que la «identificación digital» también registra si puedes viajar en ese bus. Cosa con la que muchos hemos soñado: con poder hacer todo con el DNI.
Pero sorprende ver a jóvenes absolutamente aterrados del uso de tecnologías, igual que un asesino descubriendo las cámaras de seguridad. Y este es el quid de la cuestión. ¿A dónde va la gente mirando tanto para atrás?
Podemos hablar del malgaste de recursos de muchas formas distintas. La gente no sabe lo que significa: quiere decir que adiós TEX de Carrefour. ¡Quiere decir que adiós jerséis horrendos que nadie ha pedido! Quiere decir menos contaminación y veneno innecesarios, menos consumismo, ¡menos todo! Contrario a la creencia popular, la regulación no es una prohibición para ti, ¡sino un derecho! En estas situaciones, solo veremos cosas buenas para el ciudadano. ¡Pero el ciudadano las rechaza! ¡Se burla de ellas! Dice: ¡no me digas lo que tengo que hacer! ¡Ya sé morirme solo!
Situación 2.
Hombre con boina: ¿Puedo tomar otra cerveza, por favor?
Camarero: Lo siento, su identificación digital dice que ha excedido su cuota de alcohol para esta semana.
¿Y qué problema habría en cuidar la salud de nuestros ciudadanos? He soñado mucho también con esta situación. Sin embargo, la gente no quiere que la cuiden, quiere cuidarse sola. ¿Pero cuántas familias se han visto destruidas por el consumo de estos venenos?
¡Filósofo hipócrita! Pero, la cuestión no es solo esa. Incluso indirectamente, este tipo de productos tienen efectos perjudiciales en nosotros. Contienen agua, pero el agua se torna inútil en ellos. Muy probablemente, en una sociedad con buenas intenciones, este tipo de producciones son motivo de cadena perpetua, sea empresa o particular.
Y alguno dirá que eso es la «muerte de la libertad», ¿pero dónde está el provecho en ello? ¿Acaso soportarías que alguien tome tu botella para escupir en ella? Es exactamente lo que está sucediendo, solo que tienes más de una botella y lo perdonas. ¿Pero qué hay de tener que amamantar con esa botella a múltiples cachorros? Entonces nos daríamos con la guerra.
Esta situación me recuerda a cuando mi padre me exigía lavarme los dientes tras cada comida. Yo, en ese momento, me sentía muy correcto en mi «no quiero y debo tener la libertad para ello», sin embargo, él decía: «ya me lo agradecerás en el futuro». ¿Quién dice que no tendríamos tal deuda paternal con nuestro gobierno?
Situación 3.
Azafata de vuelo: Su identificación digital dice que ya ha volado dos veces este año. Tenemos que restringir a los pasajeros con perfiles de emisiones superiores a la media.
¿Pero cuál es exactamente el gozo que encuentran todos estos ciudadanos en viajar a otro país? Yo mismo, viajo mínimo una vez al año. ¿Estoy siendo bipolar? No, pero puedo comprender la eficacia de esta medida sin tener que burlarme de ella. De la misma manera que, con deportividad, no insultas a tu rival, ganador o perdedor, puedes observar y describir fríamente sus intenciones y habilidades.
No es una idea descabellada. De hecho, la razón por la que pensamos que es una buena idea viene de nuestra cultura. Pero en un mundo de constante inmigración, habrá que ver a la familia una vez al año, ¿no? Mínimo. Pero sucede aquí un problema: ¿qué es más importante, ver a tu familia en Navidades o irte de shopping a Nueva York? Pero entonces, ¡sucede otro problema! Si ver a tu familia es mejor, ¿debes por ello renunciar a Nueva York? Y vas a ambos lugares porque puedes permitírtelo, ¿pero y si pudieras permitirte más viajes todavía? ¿Auroras Boreales una vez al año en lugar de beber del recuerdo? ¿Apuestas en Las Vegas? ¿Concierto de Katy Perry en Italia? ¡Boda en Hawái! ¿Cada cuánto piensas tú darte tu «lujo»? Porque se ha críticado mucho a celebridades por pegarse viajes innecesarios, ¿pero qué hay de tus intenciones? ¿Acaso no harías lo mismo? ¿Y por qué lo haces? No estás solo en el mundo y la libertad debe ser de medida universal. Actualmente no lo es porque no todo el mundo tiene los recursos para realizar tal o cual acción —¡y encima, eso se ve mal, se le dice «injusto», como si todo el mundo tuviera que hacer lo mismo a la vez [me recuerda a los niños de párvulos]!— pero crece el número de gente con bocas que alimentar, con espíritus que avivar, con Tierra por descubrir.
Y eso es un gran peligro, porque es el mismo motivo por el cual sucede la situación 5.
Situación 4.
Banquero: Lo siento, me temo que sus fondos han sido congelados temporalmente. Su reciente publicación en las redes sociales no se alineó con la narrativa del gobierno.
Pero nos detenemos primero en la situación 4. El no poder decir, eh. Que duro es... ¿pero qué hay de malo en, por ejemplo, no poder mentir?
La situación 4 es dolorosa porque restringe la cantidad de beneficio que el ser humano puede obtener mediante la treta. Las personas piensan que la reducción de homicidios en lugares desarrollados es producto de la conciencia en derechos humanos. Pero no, se trata de las restricciones producto de una legislación y de una tecnología que permite solucionar los crímenes con una mayor tasa de éxito que antaño.
Cuando se percibe esto como la «muerte de la libertad» es algo terrorífico, porque se tiene al «bien obrar popular» por algo perverso. Que yo sepa, nadie ha mirado cámaras nunca para ver quién se estaba hurgando la nariz, así que descuida... el que nada debe nada teme, ¿cierto?
Comprendo que el problema es también la desconfianza con «el de arriba», puesto que todos tenemos intereses particulares. ¿Quién nos dice que ese no tiene también sus tretas?
Es importante entender que en muchas circunstancias, la moral se regula sola. Por eso hay relativamente pocos países en situación de dictadura y cabe preguntarse hasta qué punto no es veredicto popular. Exactamente igual que el sistema de bandas en Latinoamérica¹. Es increíble como el ser humano puede seguir adelante a cómo de lugar, con circunstancias infernales. Mientras la gente tenga esta resiliencia natural, no hay que estrujarse tanto los sesos, puesto que aceptarás lo que sea. Sea esto brutalismo y avaricia o minimalismo y frugalidad.
Situación 5.
Dependienta: Lo siento, me temo que su identificación digital dice que no puede comprar más carne esta semana, como parte de nuestro compromiso de llegar a cero emisiones netas.
¿Soy el único harto de ver a gordos comiendo salchichas? ¿Qué clase de libertad mortífera es esa? De hecho, en esta sociedad, no se generan alimentos con una relación nutrición-muerte tan alta. De la misma manera, se ajustaría a cada perfil personal una ración de carne específica, suficiente para mantenerla en sus circunstancias particulares.
¿Y qué habría de malo en no poder disfrutar de un bistec cuando ya te has comido cinco esa misma semana? Pero es fácil encontrar lo malo en que las personas puedan comer la cantidad de bistec que les plazca. Las consecuencias son obvias: igual que con la comodidad de las identificaciones digitales, las personas tenderán a hacer aquello que les hace sentir bien. Y si se acostumbran a esta libertad, se generan abusos. De la manera en que está programado el cerebro, la mayoría de personas prefieren un bistec al brócoli. Es más posible que declinen la carne por ideología que por sus papilas.
Situación 6.
«¡Acabo de iniciar sesión con mi identificación digital y dice que ya he tenido tres horas de Internet hoy y me ha bloqueado!»
Cuando estaba en el instituto, solía ir mucho a la biblioteca para hacer los trabajos con mis compañeros. El acceso al ordenador estaba restringido a 30 minutos por sesión. Era algo incómodo, porque tenías que recordar guardarlo todo antes de que ésta se cerrara, pero si no había nadie más podías volver a colocarte sin problema. Esto permitía que los bibliotecarios pusieran fácilmente orden cuando se congestionaba la demanda de equipos. En lugar de, arbitrariamente, echar a la gente, solicitaban una sesión por persona y listo.
No es la misma situación, podría decirse, pero aquí hay algunos aspectos similares a considerar: el primero es que el acceso a internet por múltiples usuarios es posible por servidores. Estos servidores son construidos. Si las personas ven sus sesiones más reguladas, es lógico pensar que necesitaríamos menos servidores en funcionamiento. Eso optimiza el uso de recursos. Además, de la misma manera que no cuestionábamos a la biblioteca su sistema, las personas simplemente lo aceptarían como la realidad que es. La autoridad está tan lejos que no puede hacerse nada al respecto, pensarán. Pero otros harán lo «injusto» en este contexto, para los demás: comer ancho de banda con sus propios medios.
De la misma manera que en la guerra, donde se hace contrabando, habría conexiones ilegales. Pero, al fin y al cabo, habría menos... porque en general, las personas serían educadas para comprender lo «malo» de saltarse las normas.
Pero para que sea percibido como algo malo, primero debe explicarse con sentido. Para esto debe ser sólido pero no fraudulento. Las autoridades no tienen el respeto suficiente hoy en día para tales licencias. ¿Pero acaso nuestros padres tienen nuestro respeto? ¿Acaso puede llover a gusto de todos? La respuesta es que no y no debemos pensarlo demasiado. Pero precisamente por ello, tampoco burlarnos demasiado...
No toda restricción es tiranía, ni toda libertad es virtud.
*
1: Esto puede sacarse de contexto fácilmente. No digo que las personas en esas situaciones no lo pasen mal, sino que tampoco puede decirse que las personas no sean capaces de vivir en esos sistemas y de reproducirlos. Los individuos tienen una responsabilidad, y ésta interactúa con la de otros. La falta de rebeldía puede ser un problema, si una conciencia específica no quiere vivir bajo esas condiciones; pero hay quienes realmente están dispuestos a vivir en ello y renuncian a otra cosa [mejor o peor, ya depende del criterio individual].
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