«Desde ahora tú y yo somos compañeros de negocios. Manda imprimir tus tarjetas: Gangubai, Reina de la Mafia», Rahim Lala en Gangubai Kathiawadi (2022).
La película Gangubai Kathiawadi (2022) llamó mi atención por un pequeño vídeo de YouTube donde aparecía la siguiente escena:
En un ambiente azul, oscuro y frío, una joven se apoya contra la pared de un edificio, rodeada de mujeres que enseñan el ombligo. Está rígida y sus compañeras lo notan. Se apresuran, entre burlas y carcajadas, a colocarla en una posición que invite a los hombres a acostarse con ella.
Es la historia de Gangubai Kothewali, una activista social india, prostituta y señora de un burdel en el área de Kamathipura, Bombay. Nacida en una familia prestigiosa y vendida por su amante de la juventud por dos duros a un burdel, Gangubai escala la pirámide social para mejorar las condiciones de las prostitutas y de los huérfanos, en un país lleno de prejuicios e injusticias.
¿Qué tiene de especial esta película? Voy a ser claro respecto a lo que opino sobre esta película: es cojonuda. No solo demuestra cómo de lejos está llegando la cultura india, sino que además es el perfecto ejemplo de lo que decía en la entrada sobre la discordia intragrupal y racismo: Recibir lo que se merece.
Tras ser vendida al burdel, Gangu ya no puede dar marcha atrás: ha sido mancillada y si vuelve a casa quizá sea ajusticiada como muchas otras por tener relaciones fuera del matrimonio y, para colmo, como prostituta. Las compañeras, viendo su miedo inicial, se ríen de ella y la fuerzan a seguir su ejemplo. Gangu rápidamente entiende que no podrá escapar con vida y volver a su vida acomodada, por lo que le jura a la señora del burdel, Sheela, que algún día ella será la dueña del propio burdel.
Gangu sabe cuál es el primer paso: obtener el favor de sus compañeras y el dominio del burdel. Gangu es una mujer hermosa y sus clientes le proveen pequeños obsequios. En lugar de quedárselos para ella, Gangu los reparte entre sus compañeras y las colma de halagos para que comprendan que ella es su amiga —incluso puede palparse la lástima que siente por esas ovejas que al comienzo no tuvieron más remedio que terminar de someterla, así como hicieron consigo mismas—.
La diferencia entre Gangu y sus compañeras es patente: nuestra protagonista no cede a la discordia interna. Ella no se burla de sus homónimas... tampoco de quienes están por debajo. No discrimina, no rechaza si no le han faltado personalmente. Es una persona con carácter, que confía en su valor y, por extensión, en el de los demás. O, si se quiere ver, sabe que todos los hombres valen lo mismo ante Dios: el valor nimio del mortal, no hay por qué agacharse o golpear. Esto es precisamente lo que quería decir en este fragmento:
«Hasta un niño de 10 años como el que yo era podía verlo claro: los negros están igual de podridos que los blancos y no es sorpresa que se dejasen someter antaño. Esto sucede con todos los colectivos desprestigiados, pero es el ejemplo de hoy. Me irritaban las películas antirracismo, porque veía a ese negro cubierto de roña mirar mal al blanco, después de pegarle una paliza a su mujer, después de negarle sus derechos como ser humano», en Recibir lo que se merece.
¿Con qué cara sus compañeras prostitutas podían quejarse a Dios si ellas mismas permitían esos abusos, incluso entre ellas mismas? Gangubai marca la diferencia y se convierte en la mujer más respetada del burdel. La jefa, amenazada por ello, permite que un cliente sádico golpee a Gangu hasta rozar la muerte, ignorando los gritos de auxilio. Gangu es consciente, ya en el hospital, cubierta de hematomas y de cicatrices, de que Sheela ha intentado matarla.
Para vengarse de Sheela y del hombre que la maltrató, decide acudir a Rahim Lala, un hombre poderoso en Kamathipura. Ahí, ella le solicita que restaure su honor:
— ¿Qué? ¿Piensas que voy a tratar de restaurar el honor de una prostituta? ¿Cómo sería eso siquiera posible?
Entonces Gangu retira el pañuelo que cubre su mayor cicatriz, que la cubre de los hombros a la cintura. El hombre abre los ojos, asombrado.
— Creo que sabes lo que este tipo de marcas suponen para las mujeres de mi oficio.
Es decir, era prácticamente un intento de asesinato, puesto que no tener clientes supone la muerte para la prostituta, que ya no puede tomar otro camino. Él le asegura que, si vuelve a acudir al burdel, él mismo lo castigará.
Y así sucede. Gangu es espectador de la escena más maravillosa: Rahim golpea la cabeza del criminal repetidas veces contra el capó de su coche. El hombre se desploma. Una vez que Rahim marcha, Gangu escupe sobre el hombre y regresa al interior del burdel. La jefa, que ha presenciado todo el acto, comprendiendo lo que significa que Gangu haya obtenido un favor de alguien tan poderoso como Rahim, se echa a un lado temblando.
En eso consiste el carácter: en negarse a permitir que te hagan daño, en quejarse, en tener ideas claras e independientes. Gangu eventualmente se postula como presidenta del área, tras liberar a múltiples mujeres de las garras del burdel y ofrecerles la oportunidad de escolarizarlas.
Otra cosa importante a notar es que Gangu no se niega ningún placer. Cuando finalmente conoce el verdadero amor, a este hombre lo toma sin ningún miedo y con toda la arrogancia de una mujer experimentada. Gangu no se siente menos por haber sido víctima de la trata de mujeres, todo lo contrario: sabe que ha sobrevivido cada día gracias a su ingenio, ¡sabe que es una mujer valiosa! Sonríe encima de su amado y lo mira con el amor de una madre en los ojos... por extraño que esto pueda sonar. ¡Ella sabe que él la admira con toda su alma!
La relación, sin embargo, ella la ve sin posibilidad de matrimonio. Siempre consciente de que el problema no está en ella, sino en la cultura del momento, Gangu rechaza la idea de casarse con su amado. Sabe que eso no le hará ningún bien a su campaña, ni al nombre del hombre. Ella sabe qué piensa el mundo de las prostitutas y no va a discutir lo indiscutible: se prepara para sacarle el máximo partido y combatir lo que cree que es injusto.
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